Si no me quiero, si no me amo, ¿no puedo amar a nadie?

Sí puedes amar sin amarte, porque cualquier persona, independientemente de la percepción que tenga de sí misma, es capaz de sentir, de querer, de compartir sus emociones con los demás, de amar.

Pero será un amor que sabe a angustia, a miedo y a vacío.

Un amor que pide a gritos «quédate, aunque me hagas daño».

Un amor que confunde necesidad con cariño, y apego con devoción.

El problema no es que no puedas amar si no te quieres, el problema es que estás usando el amor como anestesia emocional. Como si otra persona pudiera llegar a saciar esa hambre que solo tú puedes calmar.

Vas a mendigar migajas de afecto, disfrazando de amor lo que en realidad es miedo a estar sola/o contigo mismo.

Pero, ¿sabes qué es lo peor de todo esto? Que cuanto más busques fuera lo que te falta dentro, más te vas a perder a ti misma/o en el proceso. Vas a convertir cada relación en un espejo roto donde solo ves reflejadas tus carencias. Vas a mendigar migajas de afecto, disfrazando de amor lo que en realidad es miedo a estar sola/o contigo mismo.

Así que imagina por un momento cómo sería amar desde la plenitud, no desde el desespero.

Imagina elegir a alguien no porque «te complete», sino porque te complementa.

Imagina relaciones donde puedas decir «te quiero» sin miedo a que sea sinónimo de «no me abandones».

Esto es lo que ocurre cuando dejas de buscar terapeutas disfrazados de parejas y empiezas a hacer las paces con la persona más importante de tu vida: tú misma/o.

El camino duele, sí. Requiere mirarte de frente, con todas tus mierdas, y eso no mola nada, pero es la única manera de que el amor deje de ser una prisión y se convierta en un hogar.

¿Estás lista/o para dejar de parchear heridas con besos ajenos y empezar a sanarlas de verdad?